Viajar hoy no solo es subirse al coche y rodar por las carreteras. A veces todo se complica mucho antes de elegir destino.

Recuerdo el verano pasado, con las restricciones por la pandemia, los factores a coordinar antes de salir aumentaron. Ya no solo había que cuadrar días libres con el resto de viajeros, decidir fecha de salida y de regreso; tuvimos que informarnos del estado de riesgo de contagio de las comunidades que debíamos atravesar, evitar las zonas de mayor riesgo y garantizar que a dónde íbamos las medidas de seguridad se aplicaban con rigor.

Llevando menores, la preocupación aumenta. Al fin y al cabo, los adultos solemos ser conscientes y podemos controlar en cierta medida los riesgos, los adolescentes son menos conscientes. También es cierto que los medios de comunicación hicieron su trabajo y todos actuábamos con extremo cuidado. Hubo muchas familias se quedaron en sus casas.

El dos mil veinte salió bien y aunque no salimos de España, pudimos recorrer los destinos previstos, eso sí, adaptados a la situación. Evitamos visitas a espacios cerrados como museos, catedrales, restaurantes, calles concurridas. Nos planteamos un tipo de viaje en donde la naturaleza era la protagonista y los caminos de tierra se sustituyeron por el asfalto. Evitamos museos, calles concurridas, restaurantes y cualquier tipo de acúmulo de personas; la distancia de seguridad, el uso de mascarillas, el gel hidroalcohólico y un extremo cuidado en cada momento, contribuyeron a que todo saliera bien y disfrutáramos de la ruta.


Este verano, puede parecer que el estado de la pandemia está más controlado; la población se está vacunando; las medidas preventivas están integradas en nuestra vida, y aunque las restricciones son más laxas, no debemos bajar la guardia. Aún hay contagios, pacientes en las unidades de cuidados intensivos y fallecidos… Agosto está cerca y volveremos a viajar sin olvidar que la vacuna no garantiza al cien por cien la inmunidad contra el COVID.

Volveremos a la naturaleza, a los caminos y a la España vacía.


No podremos evitar al resto de viajeros en el barco con el que cruzaremos el Mediterráneo desde Mallorca a Barcelona, pero evitaremos en la medida de lo posible la iteración y, como hicimos entonces, cumpliremos las indicaciones de la tripulación.


Ahora, es el momento de planificar la ruta, las visitas y los alojamientos; planificar las necesidades o las situaciones que se pueden generar. No se trata de llevarnos la casa a cuestas, pero una buena planificación garantiza disfrutar más de las vacaciones. Sí, hay imprevistos y pasan cosas, es la aventura de viajar.

En la próxima publicación te contaré cómo preparo mis viajes.

Mantén la distancia de seguridad