Prefiero escribir cuando las palabras brotan de mi interior. No es necesario que sean sentimientos. Puede ser una historia totalmente ficticia, pero tiene que fluir de dentro hacia afuera. Sentir la necesidad de vomitar la idea porque las palabras se van uniendo a medida que tecleo o que escribo en un cuaderno.
A veces, las ideas se enredan y se mezclan, no encuentro el cabo del que tirar para desenredar la madeja e ir formando el ovillo. Tiro del hilo y logro apenas unos centímetros, pienso que puede ser una historia pero solo logro un post en las redes. Sigo tirando y encuentro otro cabo de diferente color y textura, otra entrada en las redes… y así durante días, semanas.
Dicen los entendidos en comunicación digital que para mantener un blog o un perfil de redes has de publicar periódicamente, casi a diario. Probablemente sea cierto. Pero sospecho que se debe de tratar de algún algoritmo de las aplicaciones o tal vez no sea así, sino que funcione igual que las amistades; cuando dejas de ver a menudo a una persona, la relación se enfría y el desinterés por saber de su vida disminuye. Al fin de cuentas mantener cualquier tipo de relación lleva tiempo. ¿Y por qué debe llevar tiempo? ¿Por qué debemos de dar “exclusividades”? ¿Por qué necesitamos seguidores en las redes sociales, subscriptores del blog y una lista infinita de amigos en la lista de contactos?
Como decía al principio, para mí, escribir es un acto de introspección, por lo tanto ¿Qué sentido puede tener desear seguidores? No vivo de escribir y no escribo para los demás, aunque lo publique.
Pero sí, el reconocimiento de lo bien hecho es inevitable porque se trata de reforzar la autoestima. En la pirámide de necesidades de Maslow el reconocimiento ocupa un lugar destacado. La dualidad en la que el ser humano vive permanentemente, estar presentes y ser libres es la respuesta. Así pues, en el momento en que este post o cualquier otro se haga público es por la mera necesidad involuntaria o no de que tú que estás leyendo hagas un comentario o des un like para que yo sepa que te ha gustado aunque no lo hayas leído, que eso es otra de las opciones del autoengaño.
Vivimos en una “sociedad liquida” como definió Zygmunt Bauman, por lo que dudo de cualquier repercusión de lo escrito por los blogueros sin nombre ni padrino, incluso con mecenas y millones de seguidores, el éxito y la popularidad es demasiado fugaz en estos tiempos.
Y pese a tanta teoría seguiré escribiendo por el simple hecho de escribir sin darle importancia al soporte dónde estén escritas mis palabras. La decisión de seguirme es tuya.
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