Cuando la tormenta amainó y dejó de llover, salió del portal y se volvió al coche, arrancó el motor y conduciendo despacio se fue a su playa favorita. Aparcó frente al muro que separaba la calle de la playa de arena. Sacó su e-book, lo encendió, seleccionó la última pantalla que había leído para retomar la lectura del libro que desde hacía horas estaba leyendo. Comenzó a imaginar que era Laura. No importaba quien fuera Miles, tan sólo deseaba sentir la atención que el escocés procuraba al amor de su infancia. Que la historia transcurriera en Palma era circunstancial pero le gustaba poder identificar los lugares por dónde pasaba la protagonista. Al fin y al cabo, aquella también había sido su ciudad.El repiqueteo de las gotas de lluvia en el capó del coche hizo que su mirada enfocará el infinito. Un infinito incierto y sin norte. La calle estaba vacía y el mar que tenía delante rugía y saltaba chocando contra las rocas. La arena se había vuelto oscura. El olor a arena mojada y salitre le recordaba los días de verano de su infancia. Todo se había vuelto oscuro. Bajo la mirada y siguió leyendo. Dentro del viejo Ford Focus se sentía a salvo. Atrás quedaban los recuerdos de una juventud repleta de nombres y algunas pasiones. Continúo leyendo la novela escrita por su amiga, deseando que no acabara. Escuchaba la voz de los personajes como quien escucha desde lo alto de la escalera la conversación de los amigos. Su imaginación inventó el aspecto de los protagonistas y el decorado de la escena. -Sin duda Laura debe ser María- pensó. El personaje se le parecía, aunque la protagonista era bibliotecaria y su amiga era enfermera. Aquella no recordaba en nada a su historia pero de igual modo le encogía el alma. Sentirse amada era cuanto había deseado en su vida. Conocía muy bien lo que era desear a quien no te desea. Le habían herido muchas veces, pero el último dolor que sintió hizo que dejara todo y se fuera. Fue en primavera cuando rompió su universo ideal, su microcosmos perfecto y sin despedirse de sus amigos abandonó su vida para comenzar un nuevo capitulo de su propia novela. Tal vez, ahora fuera la oportunidad definitiva de lograr la felicidad. Aún intentaba recuperar los trozos rotos para intentar recomponer sus ganas de vivir, pero las cosas no estaban resultando fáciles y el miedo le impedía avanzar. En aquella tarde de tormenta decidió silenciar su móvil y evitar dar explicaciones. La tormenta regresó y se hizo oír en fuertes truenos que retumbaron como si fueran explosiones. La lluvia caía ahora con más fuerza. Miró por la ventanilla y vio como un río de agua de lluvia arrastraba los restos de hojas, envoltorios y toda la suciedad que había por el suelo. El cielo se había pintado de negro y la luz del día se convertía en oscuridad. Sólo eran las cinco de la tarde de aquel jueves del mes de septiembre.
Un escalofrío le erizó la piel al ver aquella silueta desdibujada por la lluvia en el cristal inmóvil al lado de la ventanilla del copiloto. Parecía una mujer conocida, incluso su ropa le resultaba familiar. Cerró fuertemente los ojos cuando se dio cuenta que aquel parecido le recordaba a su abuela. Al abrir de nuevo los ojos, la imagen había desaparecido pero en su interior algo le producía una gran inquietud. Encendió el móvil y los tonos del whatsapp se sucedieron alertando de un montón de mensajes. Sólo uno llamó su atención _ He visto en Facebook que hay inundaciones graves ¿estas bien?. Por favor llámame. Te amo._ Volvió a desconectar el móvil mientras corrían las lágrimas por sus mejillas, la silueta de aquella mujer le había traído recuerdos que creía olvidados. Continuó leyendo el libro hasta que al final de la tarde salió el sol y escuchó las campanas de la iglesia. Miró la hora en el móvil. Se había hecho muy tarde. Miles y Laura estaban juntos e iban a tener un hijo. Bajó la ventanilla y miró a su alrededor comprobando que no hubiera nada que le impidiera irse de allí. Arrancó el coche, puso la radio y con una maniobra rápida salió del aparcamiento dirigiéndose al pueblo.
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